miércoles, 9 de abril de 2008

Una historia común y corriente


El tipo llegó al parque, estaba muy oscuro, pero no le importó, tenía mejores cosas en que preocuparse. Se sentó en un banquillo, estiró sus piernas, y del bolsillo sacó un cigarrillo, con la esperanza que con el podría recuperar la cordura, y de paso el aliento. Estaba desconcertado, no lograba encontrar una explicación a tal suceso…

Se resignó a vagos recuerdos, que de por si no eran propios, eran espasmos de locura reflejado en una viciada realidad, de la cual no podía asimilar.

Contemplaba el entorno de ese Santiago, las luces a la distancia, el sonido de los microbuses, bocinas, ajetreos de una loca ciudad, que parecía no descansar, como si existiera una razón lógica a tal apuro desenfrenado.

Lo curioso es que el parque seguía cubierto de una profunda he intranquilizante oscuridad, sólo se contemplaba un viejo farol, donde las polillas jugaban a dominar la incandescente esperanza, y pese a cualquier intento de posarse en los maltraídos cristales, rápidamente eran alejadas por un agobiante calor, las mas necias, arraigadas en la lucha, continuaban posadas en esa miniatura de sol, luego eran consumidas por el posicionado incandescente, cayendo al vacío, un suicido premeditado.

Se acerca una muchacha, llevaba consigo un desafiante caminar, un movimiento de caderas que parecían la marcha del ejército mas sensual que jamás se haya visto, unos labios llamativos del rojo inmortal, y las polillas seguían muriendo.

La pequeña Mariel saca de su bolso unos cigarrillos muy finos, y le dice al tipo: “No seas mal educado cariño” y depositó su vista en la profunda oscuridad y vuelve a resonar tal sensual e intranquilizante armonía: “¿no me ofrecerás fuego?

El tipo saca de su bolsillo una pequeña caja de fósforos, tenían las iniciales de una conocida marca de cigarrillos, la abre y retira el último cerillo, lo mira atónito, recordaba perfectamente que la caja estaba llena hace un instante.

La muchacha lentamente toca los dedos del tipo, el cual sólo intentaba buscar una explicación a lo inexplicable, lo mira y le quita el fósforo, lo roza en el banquillo y surge un perfecto rayo de luz, acompañado de una llama azul.

La nena prende su vicio, y se sienta al lado del tipo, que seguía mirando el suelo sin entender absolutamente nada.

“no te vas a presentar” replicó la bella Mariel, y se enderezó para estar frente a frente con el tipo, que a estas alturas reflejaba la incomprensión misma, el tipo sube la mirada, y clava sus ojos en esos ojos curiosos de Diosa.

La muchacha se sorprende, y rápidamente desvía su mirada al infinito, como si hubiera pensado que el tipo no sería capaz de enfrentarla.

Me llamo Roberto, creo que la belleza está en los ojos de quien la mira, y me has dejado sorprendido con esos ojos inmensos, ¿con quien tengo el agrado?, preguntó con voz tambaleante el pobre tipo.

“Soy Mariel, gracias por presentarte, pensé que eras mudo o algo así, ¿Qué te ocurre?”

El tipo analizó tal frase, se preguntaba como era posible encontrarse en tal situación, con una bella nena que hablaba más rápido que el sonido de los autos, en esas próximas horas al amanecer.

La miró nuevamente, y esta vez la nena se mostró desafiante, entrando en un juego sensual de miradas pasajeras, luego el tipo toma la mano de la nena, y le dice: “creo que tienes frío, permíteme abrazarte”.

El se acerca y la abraza, ella no reacciona, sólo siente en sus orejas la respiración de tal sujeto, como los latidos de su corazón aumentaban su frecuencia cardiaca, y comenzó a sonrojarse.

Entiende que esa situación no es normal, pero tampoco le desagrada, mientras que el tipo apoya su cabeza en los hombros de la bella Mariel, y la abraza lenta y sostenidamente, como si se aferrara a un amor inexistente.

“¿Todo bien?” pregunto la nena con voz comprensiva.

“Si… es solo que necesitaba un abrazo” replicó el tipo….”me encuentro muy desconcertado, pero no se que ocurre contigo, encuentro rayos de tranquilidad en tus hombros”

Mariel se levanta, lo toma de la mano y le dice que ya está amaneciendo, y amablemente lo invita a desayunar en su humilde hogar.

El tipo accede, le quita el cigarrillo a la amable y desafiante nena, da dos reconfortantes aspiraciones y lo lanza a un basurero, notando que habían 19 cerillos tirados en el suelo, los observa desconcertadamente, y es apresurado por la bella chica, que entumida suplicaba por una taza de fresco café.

El tipo va de su mano, dentro del parque, en esa gran ciudad, cruzan al condominio del frente, el, mira para atrás .Ve a un viejo hombre sentado, prendiendo 10 cigarros y lanzando 9 al cielo, maldiciendo a Dios.

De pronto, siente un gran dolor en su cabeza, estaba desnudo, acostado en una cama que ni se parecía a las de posibles chicas con las que había estado.

El dolor se acrecentaba a medida que mas intentaba buscar una explicación a lo ocurrido, en eso se le ocurre mirar al costado, observa una bella repisa con muchísimas fotos alrededor, comienza a contemplarlas desde su postrada posición, cree verse en ellas.

Se levanta súbitamente, es el con una bella muchacha, con rostro muy cálido y una mirada angelical, aparece con unas preciosas criaturas en distintos cuadros, en la playa, en el campo, en comidas familiares y de trabajo...

No entiende absolutamente nada, y se dice a si mismo: “esto es un sueño, lo mejor que puedo hacer es recostarme y dejar que esto termine”

Se acuesta nuevamente, se pregunta quien puede ser esa bella mujer, y que relación podría tener con ella. En eso, se abre la puerta de la pieza, un niño muy feliz corre a sus brazos que intentaban protegerse de inesperada sorpresa… el pequeño le pregunta como durmió.

El no entendía nada., se levanta, toma sus cosas y corre completamente desconcertado a la puerta principal, ve un cuadro que dice:” Para una futura madre, Mariel, que se cumplan todos tus sueños junto a tu bello marido”.

Se va del departamento con ese nombre entre cejas, y observa que es muy tarde, cerca de las 3 de la mañana de un día lunes, ve un banquillo muy acogedor e intenta entender la extraña experiencia que acababa de vivir, en eso, fija su mirada en un viejo farol, mientras busca sus cigarrillos.



By Javier Aramburu G.

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