martes, 9 de septiembre de 2008

Matucana, un barrio cultural.

valorando nuestros barrios.

Cerca de Estación Central, entre Alameda y Santo Domingo, se encuentra uno de los barrios más antiguos de nuestra ciudad. Hablamos de Matucana, un lugar especial, dónde la historia, el arte, la vida al aire libre y sus habitantes albergan un pasado digno de recordar.

Por Javier Aramburu

Era domingo y las clases en el Liceo Barros Arana volverían a comenzar, igual que todas las semanas. Sus estudiantes se juntaban en la fuente de soda “La Selecta”, compitiendo por quién tomaba más cervezas al hilo, para luego dirigirse a su establecimiento de estudios.
Otros habían optado por no perderse las funciones que ofrecía el Teatro Minero, donde pasaban las películas que estaban de moda en esos años.
Algunos provincianos llegaban corriendo desde Estación Central, cansados por más de cinco horas de viaje, en el tren de la tarde.
Todos ellos pasarían internados el resto de la semana. Ahí estarían estudiando y conviviendo con alumnos de distintas regiones del país e incluso de otros países, por ejemplo argentinos, peruanos y bolivianos.

Ese era un clásico domingo para los estudiantes del liceo, ahí por los años 50’, en pleno barrio Matucana. Mientras ellos volvían a su establecimiento, las familias regresaban a sus casas, luego de haber estado todo el día compartiendo con sus hijos en el hermoso parque Quinta Normal. Personas de clase media lo conformaban, y sabían aprovechar –mucho mejor que ahora- las instalaciones y áreas verdes.

La Quinta representaba la vida al aire libre, las caminatas por sus parques. Las familias viajaban felices por el trencito que rodeaba el recinto. Una estación fija era la gran laguna, donde los chicos peleaban por arrendar un bote y navegarla, soñando con aventuras de piratas y conquistas.
Este parque fue creado en el año 1841, como campo de modelo para la experimentación y difusión de las nuevas técnicas agrícolas de la Sociedad Nacional de Agricultura. Es por esto que al viajar por su bosque, encontramos especies nativas y foráneas, con más de cien años de antigüedad, entre ellas: Patagua, Arce, Sequoia, Álamo. Sus semillas –adaptadas a nuestro suelo- fueron utilizadas para adornar otros parques, como el Macul, Lota y Forestal. Si bien estos parques no fueron creados para eliminar la contaminación -que en esos años no existía-, contribuyen hoy con grandes producciones de oxigeno, que en algo nos ayudan a menguar el caos santiaguino.

La laguna no se ha movido, pero ya no representa la entretención familiar de hace 58 años atrás. Eso siente Rhenso Cabrera, un médico veterinario jubilado, que pasó su infancia y juventud en Matucana. Estudió en el Barros Arana, y luego ingresó a estudiar en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Chile, la que es hoy la Facultad de Medicina de la misma institución.
Cuando el estudiaba, el barrio era tranquilo. Lo habitaban personas de clase media y estratos sociales un poco más humildes. Las calles Matucana con San Pablo estaban repletas de pequeños locales de barrio, donde había tiendas de calzado, funerarias, bazares y librerías. En la calle Santo Domingo (siguiente cuadra) estaba las tiendas de servicio, donde se encontraban distintos proveedores de verduras y carnes.

El barrio alto de esos años, llegaba de Plaza de Armas hasta dos cuadras antes de la calle Chacabuco. Muchas asistentes del hogar vivían en Matucana, y se levantaban muy temprano para ir a trabajar a las grandes mansiones que estaban cerca.

El comercio de hoy es muy distinto. Entre los sucio que están sus calles y la excesiva cantidad de tiendas de repuestos, maquinarias y tiendas al por mayor, descomponen un lugar que sin haber sido planeado, convoca las instancias para encontrar el arte, la historia y la vida sana.

Los antiguos tranvías, y los posteriores trolebús, con sus recorridos por el barrio, como el carro de la línea 5, que iba por Portugal a Avenida Matta, pasando por Alameda y llegaba a Estación Central, fue reemplazado por grandes microbuses, que contaminaron y rompieron con lo armonía del lugar de esos años.

Eso es una de las cosas que tanto lamenta Rhenso Cabrera. La destrucción de un precioso barrio, que inspiraba tranquilidad, en un espacio que motivaba el estudio y el esfuerzo conjunto por ayudar al país.
Cuenta como llegaban al Hospital Clínico de su facultad, distintos carretoneros y fleteros, angustiados por sus animales enfermos o cansados de largos viajes en grandes carros. Su obligación como estudiante era cumplir con cierto número de casos, y la Quinta era el lugar perfecto para ello. Ayudaba a los animales, y luego de trabajar y estudiar, se iba a su facultad a descansar.

En esos años, la exposición de animales de la Sociedad Nacional de Agricultura se realizaba en este barrio, y los estudiantes de veterinaria estaban todas las semanas participando gratuitamente de sus actividades y charlas. En el año 55, la trasladaron de lugar, en lo que ahora es la FISA.

Otra de las grandes exposiciones, pero que perdura en el tiempo, es la del Museo Artequín. Su nombre alude al arte de la Quinta. Es un maravilloso palacio traído directamente de Francia por el embajador Carlos Antúnez el año 1894, de una estructura metálica confeccionada con hierro, acero y zinc.
El museo es diariamente visitado por colegios de todo el país, donde los niños descalzos –por medidas de preservación y cuidados- recorren las distintas salas que reproducen obras pictóricas y escultóricas de la mejor calidad. Entre ellas encontramos las obras más representativas del arte universal, que comprende los períodos desde el renacimiento al siglo XX.
Al ingresas pos sus grandes pasillos, y bajo el clásico eco de admiración y silencio, será observado por una de las mejores réplicas de “La Gioconda”, mejor conocida como La mona Lisa. También lo esperarán las esculturas de Edgar Degas, como la “Bailarina”, o géneros contemporáneos, como el Pop-Art que promovía Roy Lichtenstein.

Pareciera ser que el barrio perdió su fuerza, quizás es por lo mismo que el Ex Presidente Ricardo Lagos, inauguró el 11 de noviembre de 2005, una de las bibliotecas más modernas del país, clasificada por edades y con un completo equipamiento. Remodelando y utilizando el antiguo edificio de la División de Aprovisionamiento del Estado (DAE).

Los mismos esfuerzos ha realizado la Fundación Futuro, que en conjunto con la Universidad de Santiago de Chile (USACH) – ex Universidad Técnica del Estado-, crearon en octubre del 2007, una completa guía de recorrido por el barrio, incentivando la investigación y la revaloración de un lugar tan típico de Santiago, y actualmente tan poco frecuentado.

Dentro de los proyectos preparados para el bicentenario, y que buscan la modernización y valoración del barrio, está la creación del complejo Centro Matucana, cuyo tema central será la valoración a los Derechos Humanos. Será de grandes dimensiones, tal como lo son todas las construcciones de este barrio, ocupando el antiguo lugar destinado a la estación intermodal para el transporte público. Los encargados de esta obra será un estudio brasilero que ganó las licitaciones y el elemento principal de construcción será el cobre, mineral que tanto nos representa en el mundo.

Para reencontrarse con este barrio, sólo hace falta tomar el metro y bajar en estación Quinta Normal, ahí los bosques y museos hablaran por si solos. Y probablemente, al descubrir el gran invernadero francés, hoy sin ninguna rosa, o los olvidados trenes del museo ferroviario, se de cuenta de la importancia de este barrio para el patrimonio cultural de nuestro país.