domingo, 6 de abril de 2008

Soy un Virus...



Conozco el dolor desde niño, cuando bajaba corriendo, afiebrado, hacia la costa de las aventuras, y me encontraba siempre con esa cárcel de rutinas en que consiste la vida, porque estamos aquí en donde todo es dolor, y todo nos resulta gratis, porque el sol se quema todos los días como un bonzo que se suicida con tristeza, en donde las sonrisas terminan siempre en puñaladas, y en donde el primer pez que tuvo hambre se convirtió en asesino, el dolor de estar aquí en donde los pájaros aprenden a leer y escribir las leyes que prohíben volar.

Esos viejos, flacos y orgullosos, en el supermercado, arrastrando el carrito vacío con los ojos bajos y en silencio, porque ellos creen que el silencio es de bravos.
Esos viejos muertos de hambre que trabajaron toda una vida y no se roban ni una uva, esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo que no los ve porque va pensando en el futuro, porque este es un mundo de jóvenes que olvidan su origen y de viejos que no recuerdan el destino.

Pero si las moscas usaran corbata, si las balas cantaran, si el cielo sacudiera su viejo culo azul, y las ventanas católicas de los edificios explotaran, igual habría un anciano babeando fantasías sobre las piernas de una muchacha, e igual habría todos esos tipos con caras de clavo sonriendo por las calles del mundo.

Un hombre sufriendo porque nadie le habla o nadie le toca, y solo le cabe recordar; o las camareras de los bares nocturnos de polleras cortas, que van naufragando entre las brumas del deseo, o las conversaciones de mis amigos que antes soñaban ser héroes, y ahora cobran un sueldo, les están inyectando la jeringa del miedo en las venas del mundo.

Yo tenía veinte años y siempre estaba borracho en una pieza mugrienta, viendo reflejar mi rostro sobre las frías paredes del mundo. Ahora tengo casi sesenta, y nunca lo vi, nunca vi a un hombre encendido y llameante, a un hombre que cuando levantara la mano para encender un cigarrillo yo viera en sus ojos, los ojos de un tigre, asechando en el viento al paso del tiempo para matarlo, siempre vi los ojos del miedo, siempre vi los ojos tristes de la nostalgia.

¿Has encontrado a Dios?



by Javier Aramburu (recopilacion del disco la tabare riverock)

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