jueves, 23 de octubre de 2008

Dormidos

La tierra abría su paso. Lentamente el panorama se llenaba de cicatrices, heridas de combate cuerpo a cuerpo con su creador. Las hojas se dejaban mecer al ritmo de un descontrolado viento de septiembre. El pasado llenaba la ciudad. La nostalgia, los viejos amores y las pérdidas más grandes reaparecían dejando claro que no había segundas oportunidades.
Mientras sucumbía con todo a su alrededor, los más osados se armaban de recuerdos, y manipulándolos los enfrentaban al presente. Pensaban que resultaría, creían fehacientemente- con el mejor de los optimismos- que se reencontrarían con las respuestas más enigmáticas de su liviana existencia.

La tierra resistió, y las puertas para reformar el pasado estaban listas. Así se hizo, así estamos, inconcientes y sumisos, luchando por hacer lo mismo una y otra vez.
Los ángeles no llegan, nadie aparece, y me ven morir ahí, nadie dijo nada y todos lo escucharon, todos sabían que no habría un futuro, pero insistieron en llegar.
Ahora riego mi sangre por el jardín de las falsas expectativas, esperando si alguna flor indica una respuesta. No estás, no llegas, no aparece nadie y ya es muy tarde...

El jardín riega el silencio de los caídos, de los dormidos, de los que nunca abrieron los ojos, de ellos que siempre dijieron que no, para ellos y por ellos.

Javier Aramburu García