lunes, 28 de abril de 2008

Dos en Uno


Mucho tiempo había transcurrido ya desde que Claudio y yo comenzamos a tener problemas; las discusiones y peleas entre su arrebatada personalidad y mi tranquilo vivir se venían haciendo cosa de todos los días, o mejor dicho de mi diario existir. Durante veinticinco años logramos convivir sin problemas, Claudio confiaba en mi más que en nadie en el mundo y yo siempre le prestaba mi hombro para que el desahogara todas sus penas conmigo. Rara vez peleábamos o discutíamos por algo.

Vivíamos entonces sin problemas, yo salía temprano de nuestro departamento ubicado en Providencia y me dirigía al trabajo caminando. Me gustaba mucho observar en los árboles el pasar del tiempo, los árboles siempre tienen mucho que decirnos. Llegaba a casa casi siempre a la hora de las noticias, las que veíamos siempre con Claudio mientras cocinábamos la cena. Dado que nuestras habilidades culinarias no eran muchas, nuestra dieta no era demasiado equilibrada. Además, casi siempre nos sobraba comida de la noche anterior.

Claudio y yo nos parecíamos bastante, éramos personas de pocas palabras pero sí decíamos las necesarias, éramos personas tranquilas, de pocos amigos. Nuestros tiempos libres siempre los pasábamos juntos. Éramos sanos, sensibles y muy inteligentes. Nos gustaba mucho caminar, observar nuestro alrededor sin dejar de lado detalle alguno. Es quizás por eso que nunca tuvimos un auto.

Fue en otoño del 2001 cuando todo comenzó a cambiar. Claudio comenzó a volverse una persona depresiva, triste y sobre todo muy irritable. Parecía estar muy desmotivado, nada le llamaba la atención. Había perdido las ganas de vivir. Claudio ya no era el mismo de antes y por eso comenzamos a tener problemas.

Creo que su cambio se debió a que no se resignaba a la idea de que Francisca no volvería jamás, aunque yo muchas veces intenté hacerlo entender de que el tenía que seguir con su vida. Amábamos mucho a esa muchacha, pero su trágica muerte afectó muy profundamente a Claudio. Él comenzó a volverse una persona arrebatada, nuestras discusiones comenzaron a hacerse frecuentemente peleas. Él me culpaba a mí de la muerte de Francisca, en medio de nuestras peleas, con sus ojos desorbitadamente rabiosos y su frente sudorosa de ira. Claudio me hacía responsable a mí de la muerte de su prometida, culpa que yo nunca quise aceptar porque verdaderamente no tuve yo ninguna implicancia en tal hecho.

Todo esto desencadenó en lo que ocurrió aquella noche, donde nuestro querido departamento se tiñó de rojo. Llegué aquel día al departamento a la misma hora que todos los días. Puse la llave en el cerrojo y cuando entré me encontré con un Claudio claramente exaltado. Era tan simple como mirar sus desorbitados ojos rojos y su frente sudorosa. Estaba completamente fuera de sí, gritaba desesperadamente el nombre de su difunta prometida y juraba por Dios que iba a matarme. Claudio comenzó a destrozar todo lo que veía, parecía poseído por un demonio.

Intenté calmarlo, traté de hacerlo entrar en razón pero en vez de una palabra que me aliviara recibí como respuesta más de algún golpe.

Comenzó a culparme nuevamente de la muerte de Francisca, sacándome en cara de que si no hubiese bebido aquella noche no habría chocado. Comencé a temblar de nervios o quizás de inseguridad, y le respondí que ella había bebido mucho más que yo y que por esa razón tomé las llaves de su auto e intenté conducir a casa. Claudio dijo que nunca podría perdonarme, que me odiaba más que a nada en el mundo y que lo único que merecía en la vida era la muerte. Repentinamente sacó una pistola y con un certero balazo acabo rápidamente con mi vida, con mis sueños, con el placer que me daba observar el tiempo que transcurría a través de los árboles y con mis paseos por las plazas. Ese certero balazo hizo más que acabar con mi vida; acabó con mi culpa.

La policía ingresó a mi departamento unos quince minutos después de ocurrido el suceso, ya que fueron alertados por mi vecina, la señora Juana. Al ingresar, quedaron impactados. Sólo encontraron mi cuerpo con una herida de bala en mi sien derecha, una pistola en la mano y en la otra una foto de Francisca, mi amada y bella prometida que perdió la vida por mi culpa.

jueves, 10 de abril de 2008

Manifiesto a la Libertad.

El tiempo no es tiempo sin los segundos que te atan a la realidad, como los latidos no son latidos sin un condenado corazón que sustenta tu existencia,

Pues mi vida no es vida sin la vocación del sentimiento, sin la expresión misma, sin la locura perversa adornada con malévolas palabras mal intencionadas que dejan rastros de conciencia en abnegados corazones.

Cuando fluyen los pensamientos, y el alma se separa del espíritu, en ese momento, cuando escribo y no percibo mis emociones hasta que las noto reflejadas, puedo decir que existo, mientras tanto creo vivir y soñar obedeciendo, pensando lo que nos dicen que pensar. . . así como la belleza está en los ojos de quien la mira, la libertad comienza con el pensamiento, cada uno es dueño de lo que cree y considera construir.



By Javier Aramburu

miércoles, 9 de abril de 2008

Una historia común y corriente


El tipo llegó al parque, estaba muy oscuro, pero no le importó, tenía mejores cosas en que preocuparse. Se sentó en un banquillo, estiró sus piernas, y del bolsillo sacó un cigarrillo, con la esperanza que con el podría recuperar la cordura, y de paso el aliento. Estaba desconcertado, no lograba encontrar una explicación a tal suceso…

Se resignó a vagos recuerdos, que de por si no eran propios, eran espasmos de locura reflejado en una viciada realidad, de la cual no podía asimilar.

Contemplaba el entorno de ese Santiago, las luces a la distancia, el sonido de los microbuses, bocinas, ajetreos de una loca ciudad, que parecía no descansar, como si existiera una razón lógica a tal apuro desenfrenado.

Lo curioso es que el parque seguía cubierto de una profunda he intranquilizante oscuridad, sólo se contemplaba un viejo farol, donde las polillas jugaban a dominar la incandescente esperanza, y pese a cualquier intento de posarse en los maltraídos cristales, rápidamente eran alejadas por un agobiante calor, las mas necias, arraigadas en la lucha, continuaban posadas en esa miniatura de sol, luego eran consumidas por el posicionado incandescente, cayendo al vacío, un suicido premeditado.

Se acerca una muchacha, llevaba consigo un desafiante caminar, un movimiento de caderas que parecían la marcha del ejército mas sensual que jamás se haya visto, unos labios llamativos del rojo inmortal, y las polillas seguían muriendo.

La pequeña Mariel saca de su bolso unos cigarrillos muy finos, y le dice al tipo: “No seas mal educado cariño” y depositó su vista en la profunda oscuridad y vuelve a resonar tal sensual e intranquilizante armonía: “¿no me ofrecerás fuego?

El tipo saca de su bolsillo una pequeña caja de fósforos, tenían las iniciales de una conocida marca de cigarrillos, la abre y retira el último cerillo, lo mira atónito, recordaba perfectamente que la caja estaba llena hace un instante.

La muchacha lentamente toca los dedos del tipo, el cual sólo intentaba buscar una explicación a lo inexplicable, lo mira y le quita el fósforo, lo roza en el banquillo y surge un perfecto rayo de luz, acompañado de una llama azul.

La nena prende su vicio, y se sienta al lado del tipo, que seguía mirando el suelo sin entender absolutamente nada.

“no te vas a presentar” replicó la bella Mariel, y se enderezó para estar frente a frente con el tipo, que a estas alturas reflejaba la incomprensión misma, el tipo sube la mirada, y clava sus ojos en esos ojos curiosos de Diosa.

La muchacha se sorprende, y rápidamente desvía su mirada al infinito, como si hubiera pensado que el tipo no sería capaz de enfrentarla.

Me llamo Roberto, creo que la belleza está en los ojos de quien la mira, y me has dejado sorprendido con esos ojos inmensos, ¿con quien tengo el agrado?, preguntó con voz tambaleante el pobre tipo.

“Soy Mariel, gracias por presentarte, pensé que eras mudo o algo así, ¿Qué te ocurre?”

El tipo analizó tal frase, se preguntaba como era posible encontrarse en tal situación, con una bella nena que hablaba más rápido que el sonido de los autos, en esas próximas horas al amanecer.

La miró nuevamente, y esta vez la nena se mostró desafiante, entrando en un juego sensual de miradas pasajeras, luego el tipo toma la mano de la nena, y le dice: “creo que tienes frío, permíteme abrazarte”.

El se acerca y la abraza, ella no reacciona, sólo siente en sus orejas la respiración de tal sujeto, como los latidos de su corazón aumentaban su frecuencia cardiaca, y comenzó a sonrojarse.

Entiende que esa situación no es normal, pero tampoco le desagrada, mientras que el tipo apoya su cabeza en los hombros de la bella Mariel, y la abraza lenta y sostenidamente, como si se aferrara a un amor inexistente.

“¿Todo bien?” pregunto la nena con voz comprensiva.

“Si… es solo que necesitaba un abrazo” replicó el tipo….”me encuentro muy desconcertado, pero no se que ocurre contigo, encuentro rayos de tranquilidad en tus hombros”

Mariel se levanta, lo toma de la mano y le dice que ya está amaneciendo, y amablemente lo invita a desayunar en su humilde hogar.

El tipo accede, le quita el cigarrillo a la amable y desafiante nena, da dos reconfortantes aspiraciones y lo lanza a un basurero, notando que habían 19 cerillos tirados en el suelo, los observa desconcertadamente, y es apresurado por la bella chica, que entumida suplicaba por una taza de fresco café.

El tipo va de su mano, dentro del parque, en esa gran ciudad, cruzan al condominio del frente, el, mira para atrás .Ve a un viejo hombre sentado, prendiendo 10 cigarros y lanzando 9 al cielo, maldiciendo a Dios.

De pronto, siente un gran dolor en su cabeza, estaba desnudo, acostado en una cama que ni se parecía a las de posibles chicas con las que había estado.

El dolor se acrecentaba a medida que mas intentaba buscar una explicación a lo ocurrido, en eso se le ocurre mirar al costado, observa una bella repisa con muchísimas fotos alrededor, comienza a contemplarlas desde su postrada posición, cree verse en ellas.

Se levanta súbitamente, es el con una bella muchacha, con rostro muy cálido y una mirada angelical, aparece con unas preciosas criaturas en distintos cuadros, en la playa, en el campo, en comidas familiares y de trabajo...

No entiende absolutamente nada, y se dice a si mismo: “esto es un sueño, lo mejor que puedo hacer es recostarme y dejar que esto termine”

Se acuesta nuevamente, se pregunta quien puede ser esa bella mujer, y que relación podría tener con ella. En eso, se abre la puerta de la pieza, un niño muy feliz corre a sus brazos que intentaban protegerse de inesperada sorpresa… el pequeño le pregunta como durmió.

El no entendía nada., se levanta, toma sus cosas y corre completamente desconcertado a la puerta principal, ve un cuadro que dice:” Para una futura madre, Mariel, que se cumplan todos tus sueños junto a tu bello marido”.

Se va del departamento con ese nombre entre cejas, y observa que es muy tarde, cerca de las 3 de la mañana de un día lunes, ve un banquillo muy acogedor e intenta entender la extraña experiencia que acababa de vivir, en eso, fija su mirada en un viejo farol, mientras busca sus cigarrillos.



By Javier Aramburu G.

lunes, 7 de abril de 2008

Sin Reconocimiento.


Acrílico sobre tela, Andrés Hermosilla 2008.

Súbito cambio ya quisiera yo. Pero en lo sutil de mi mente, en lo tenue y sigiloso de mis deseos sigue vigente, aunque mis manos se rindan, aunque mis ojos y mi frente caiga, la ilusión de niño sigue ahí, aunque el mundo diga lo contrario y los acontecimientos no hagan factible lo imposible. El arte, las letras, el amor son para mí cosas, subjetivas, distintas, propias, como mi percepción, como mis ojos, como mi mente, es por eso absurda la pasión en un par de manchas, es por eso ridículo catalogar de grandiosa la mera estética lingüística, la simple estética grafica que puede mostrar una armónica composición de manchas y colores. Una silueta, un timbre y esos ojos que pueden consumirte, por siempre aunque nada ocurra, por siempre aunque no haya respuesta, por siempre aunque jamás tenga sentido. Porque es propio, como lo que digo, como lo que muestro, como lo que soy, vivo y creo.

Película: Por amor al arte


Por amor al arte

En oposición a lo que escribí ayer, ahora quiero comentar una película llena de manipulación, demasiado fuerte para un tipo como yo.

La película se llama “por amor al arte” y podría clasificarse en tres etapas, la primera es un llamado al amor, la segunda es un proceso de transformación y para cuando vez el final un proceso de experimentación, y la tercera parte es una revelación perversa de las verdaderas intenciones de la chica Evelyn para su tesis de Arte.

El film en si te va transformando el pensamiento y las percepciones amorosas, los cambios que se producen en una persona cuando esta adquiere confianza y seguridad, partiendo de la realidad de un joven reprimido por las apariencias.

La bella chica que sin ordenar directamente, induce ciertos cambios en este joven, transforma radicalmente al condenado tipo, logrando que baje de peso, se arregle el pelo, se opere la nariz, se tatúe el miembro, y todas sus citas eran grabadas en señal de revelación a las reprimendas sociales.

Esta chica además de transformarlo, es capaz de manipularlo al punto de separarlo de sus amigos “moralistas”, de generar un cambio radical en su persona…

Pero la tercera parte es impresionante, la verdad que demasiado cruel y asquerosa, la chica manipuló a este joven como si moldeara una obra, con el único fin de presentar la “evolución” del chico en un auditorio lleno de alumnos universitarios como su proyecto de tesis.

No quiero entrar en detalles, solo espero que piensen en dos cosas, la primera es que no duden en verla para que sientan esto, lo segundo, pónganse en el lugar de este sujeto, que al final de la película es un ser totalmente distinto, imagínense como se sentiría pasar por ello, sobre todo al momento de mirarse, en realidad debe ser repugnante, digno de cometer homicidio.

Y lo último que pido es que se fijen es en la mutación de géneros, vale decir como evoluciona la película a medida que se pasa por las tres etapas que dije.

Les dejo una ficha técnica:

Dirección y guión: Neil LaBute.


Año: 2003.
Duración: 97 min.

Drama.
Interpretación: Gretchen Mol (Jenny), Paul Rudd (Adam), Rachel Weisz (Evelyn), Frederick Weller (Phillip).
Producción: Neil LaBute, Gail Mutrux, Philip Steuer y Rachel Weisz.
Música: Elvis Costello.
Fotografía:
James L. Carter.
Montaje: Joel Plotch.
Diseño de producción: Lynette Meyer.
Dirección artística: Christopher H. Lawrence.

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Saludos!

Javier Aramburu García

domingo, 6 de abril de 2008

sigo esperando..



Estaba ahí postrado en la rutina, viviendo de destellos felices, siguiendo caminos recorridos mil veces, una y otra vez, el silogismo simple, banal, sin explicaciones a la existencia.

¿Había algún motivo lo suficientemente resistente como para sustentar una existencia sin la rosa de los vientos?

¿Hay alguna forma de sostener una cabeza loca, quizás muy reflexiva, como para darle rienda suelta a las siluetas del amor?

Lo único cierto, entre tanto desconsuelo, es la creencia de que todos tendremos un momento de gloria, pero cuando llega la caída libre de los sentimientos, pareciera que aquello nunca llegará, una visión fatalista del corazón.

Al parecer razón y verdad no entran en este esquizofrénico juego de continencia emocional, pero creía que podría ser cierto, juré a Dios que algún día te tendría, me propuse encontrarte, te diviso en los sueños, pero no llegas.

¿Dónde esta mi mujer de ojos de rubí?

¿Dónde esta mi razón para dormir feliz, y levantarme con el deseo de tenerte de nuevo, una y otra vez?

¿Podría Dios darte una dirección equivocada de mi corazón?

¿Te has tardado por el tráfico conmensurado de emociones pasajeras?

Te sigo esperando, desde mi niñez y ahora juventud, espero no criar canas para tu llegada, porque el tiempo es muy rápido, y no se si aguantaré mucho más.

Desde ya te amo, te recuerdo, sin conocerte te deseo, con miedo y con locura, desde ya sufro con nuestro adiós, y si bien no entiendo mi propio corazón, te prometo que siempre te seré fiel, y pasado el día de mi muerte te seguiré recordando, quizá con la misma sensación de hoy, esperándote una y otra vez.



By Javier Aramburu García

Soy un Virus...



Conozco el dolor desde niño, cuando bajaba corriendo, afiebrado, hacia la costa de las aventuras, y me encontraba siempre con esa cárcel de rutinas en que consiste la vida, porque estamos aquí en donde todo es dolor, y todo nos resulta gratis, porque el sol se quema todos los días como un bonzo que se suicida con tristeza, en donde las sonrisas terminan siempre en puñaladas, y en donde el primer pez que tuvo hambre se convirtió en asesino, el dolor de estar aquí en donde los pájaros aprenden a leer y escribir las leyes que prohíben volar.

Esos viejos, flacos y orgullosos, en el supermercado, arrastrando el carrito vacío con los ojos bajos y en silencio, porque ellos creen que el silencio es de bravos.
Esos viejos muertos de hambre que trabajaron toda una vida y no se roban ni una uva, esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo que no los ve porque va pensando en el futuro, porque este es un mundo de jóvenes que olvidan su origen y de viejos que no recuerdan el destino.

Pero si las moscas usaran corbata, si las balas cantaran, si el cielo sacudiera su viejo culo azul, y las ventanas católicas de los edificios explotaran, igual habría un anciano babeando fantasías sobre las piernas de una muchacha, e igual habría todos esos tipos con caras de clavo sonriendo por las calles del mundo.

Un hombre sufriendo porque nadie le habla o nadie le toca, y solo le cabe recordar; o las camareras de los bares nocturnos de polleras cortas, que van naufragando entre las brumas del deseo, o las conversaciones de mis amigos que antes soñaban ser héroes, y ahora cobran un sueldo, les están inyectando la jeringa del miedo en las venas del mundo.

Yo tenía veinte años y siempre estaba borracho en una pieza mugrienta, viendo reflejar mi rostro sobre las frías paredes del mundo. Ahora tengo casi sesenta, y nunca lo vi, nunca vi a un hombre encendido y llameante, a un hombre que cuando levantara la mano para encender un cigarrillo yo viera en sus ojos, los ojos de un tigre, asechando en el viento al paso del tiempo para matarlo, siempre vi los ojos del miedo, siempre vi los ojos tristes de la nostalgia.

¿Has encontrado a Dios?



by Javier Aramburu (recopilacion del disco la tabare riverock)

Dios aprieta pero no ahorca, ciertamente sabe jugar bastante bien con la precisión y el sinsentido que me agobian esporádicamente como si fuese mi demonio, que me sigue, que me asecha , que me busca porque sabe fielmente que encontrará acilo, protección, espacio y tiempo en este mundo, a través de mi mente, de mi cuerpo, de mi frustración, de mi odio, y ahí está nuevamente el maldito, apoderándose de mi en ese precipicio del que estoy seguro no saldría jamás, a veces desearía simplemente caer, caer a ese lugar en el que ya no importaría absolutamente nada, arrójame demonio porque mis pies no tienen el valor de no seguir, porque son ingenuos, tienen fe, creen que lo que hoy no fue mañana podría si serlo, heme aquí en el precipicio perdido.